Era una noche más fría que de costumbre en el poblado del sabio Ngueme, en el sur de Etiopía. Los padres franciscanos que regentan la misión en la zona, le habían dado a Ngueme, como jefe de la tribu, dos kilos de garbanzos más que de costumbre para que los suyos pudieran celebrar la noche de reyes.
A Ngueme siempre le habían gustado las historias que contaban los padres franciscanos, y siempre le agradaba contemplar las caras de asombro de los niños de la tribu cuando la hermana bartola les contaba historias sobre las nevadas navidades de su pamplona natal.
El día anterior les había contado cómo a las casas de los niños que se portan bien, llegan los reyes magos y les dejan regalos. Esa historia les había hecho sonreir por primera vez desde hacía semanas. Y Ngueme también había sonreído. De hecho, tras escuchar a sor bartola, había ido a leer el futuro en los posos de los excrementos de ñu, como su abuelo le había enseñado de niño. Y ese día vio algo especial.
Vio que en efecto, tres magos llegarían para traer la felicidad al poblado.
Por eso, sabiamente, había guardado los dos kilos de garbanzos para momentos peores; al fin y al cabo, hacía sólo tres días que los habitantes del poblado habían comido por última vez. Peores momentos habían pasado, y peores momentos llegarían.
Y por fin llegó la medianoche. Ngueme había reunido a la tribu alrededor de una hoguera, donde les había dedicado su mejor repertorio de danza de la lluvia y la abundancia. De pronto, a lo lejos, se vio resplandecer una estrella. Brillaba con mucha más intensidad que las demás. En unos minutos, unas siluetas aparecieron acercándose al poblado montados en carrozas con forma de cisne y lanzando caramelos sin azucar con la inscripción "CAN". "Así es como llaman a los perros en la ciudad de sor bartola", pensó Ngueme. Ya nos podían alimentar como a sus perros.
Los niños se arremolinaron en torno a las figuras de los tres personajes, con sus blancas sonrisas.
Los dos que iban delante eran blancos, y eran los preferidos de los niños. Uno de ellos, que dijo llamarse meltxor, se inclinó hacia los niños y les dijo:
¿Sabéis quiénes somos?
¡Los reyes magos! contestaron casi cantando y llenos de alegría. Ngueme estaba a punto de llorar de la emoción de ver a los niños tan contentos.
Muy bien, dijo meltxor.
¿Habéis comido? Ngueme miró al cielo y a sor bartola dando gracias.
¡Noooo! contestaron los niños al unísono.
¡AAhhhhh!
¡Pues si no habéis comido, no hay regalos! Y la próxima vez que vengamos os lo tendréis que haber terminado todo.
12 abril 2008
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2 comentarios:
Bebes en el trabajo??
No, soy así.
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