09 septiembre 2009

Mammones

Al parecer fue Jovellanos, quien allá por los finales del siglo XVIII dijo aquella frase de "la velocidad de las carrozas impide apreciar el paisaje".
Eso me ha pasado a mi hoy, que al investigar un poco para ilustrar el artículo que tenía en mente, he descubierto que éste se ha quedado obsoleto antes aun de tenerlo redactado. Pero como el asunto me lo permite, el tema no variará.

Resulta que hoy he leído dos noticias en el que antes se llamaba "Diario independiente de la mañana":

"La banca sigue encareciendo el crédito pese al descenso del Euríbor"

"La mitad del pescado que se consume en el mundo es de acuicultura"

El primer titular se comenta por sí solo, así que permitidme que me centre en el segundo, y os explique el porqué de mi sorpresa.
Bajo el titular principal de la noticia, el típico subtítulo rezaba: "La presión sobre la pesca salvaje ha aumentado para alimentar a los ejemplares producidos en cautividad".
Yo hace ya tiempo que había renunciado prácticamente a degustar pescado "de pintxo", por varios motivos. Uno de los más importantes, claro, es el precio, pero otro no poco importante era que uno, en su desconocimiento, asumía que si este lenguado es de vivero, un lenguado salvaje ha salvado su vida para producir más lenguaditos, que en un futuro abaratarán su precio en el mercado, además de mantener intacta la cadena trófica en nuestros mares, tan importante ella.
Pero, amigos, iluso de mi, olvidé que en la cúspide de esa cadena trófica estamos nosotros, y resulta que lo que no pescan para llevar a la pescadería por no tener salida, o no alcanzar el tamaño mínimio de venta, lo pescan para alimentar a estos Adonis de las piscifactorias. Y al parecer el mayor causante de esta actitud es el pérfido salmón, y su riqueza en acidos grasos Omega3.
Ya sabeis, otra de esas "mentiras" contemporáneas que hacen que la vida sea más jodida de lo que ya era.
En fin, que pensaba yo escribir un artículo sobre la avaricia y de cómo ésta se encuentra detrás de todos los males que aquejan a nuestra sociedad, y relacionarlo con los históricos siete pecados capitales, y hacerle un guiño a la iglesia, llamándoles sabios milenarios y tal y cual, cuando me entero de que el año pasado, Benedicto 16 y sus amigos habían decidido que estos pecados se habían quedado desfasados para los tiempos que corren.
Resulta que el Tribunal de la penitenciaría apostólica de Vaticano publicó en 2008 una lista mucho más actual (y mucho más del gusto de quienes les hacen la rosca hoy en día):
"No realizarás manipulaciones genéticas. No llevarás a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones. No contaminarás el medio ambiente. No provocarás injusticia social. No causarás pobreza. No te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común. Y no consumirás drogas."

Como veis, esta lista es mucho más actual, ya que es mucho más ambigua y permite escaparse mucho más fácilmente. Te puedes enriquecer hasta límites casi obscenos a expensas del bien común, pero ni un euro más. Eso sí, de consumir drogas, olvídate.

Para que luego digan que la iglesia no se renueva.

En la imagen, "La adoración de Mammon", demonio asociado al pecado de la avaricia. Otro puesto de trabajo que se lleva por delante la crisis del sistema capitalista.

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