Mi foto de los sanfemines

A esto dediqué la mitad de mi primera noche libre de los sanfermines. También hay que decir que hasta el momento ha sido mi primera juerga, y la única.
No se muy bien que hora sería cuando un morlaco se revolvió en la bajada de Javier, y Casto López Armada acabó con sus huesos por el suelo del bar Hemingway, antiguo La Gruta, y más antiguo Las Vegas. Y no es que estuviese en él disfrutando de los ritmos latinos. Yo circulaba por la calle, pero acabé en su interior no se muy bien cómo. Sí recuerdo mis movimientos felinos para evitar un percance mayor, pero todo sucedió muy deprisa.
Si la puerta hubiese estado cerrada, probablemente no habría pasado nada; si hubiesen echado antideslizante en el suelo, como en la curva de mercaderes, probablemente tampoco.
Pero ni la puerta estaba cerrada ni el suelo tenía el agarre necesario, así que ahí me veis, rodando (deslizando) escaleras abajo, probando todas ellas con la cara, el pecho y la tripa (y creo que también chupé alguna). También con la rodilla a juzgar por una fuerte abrasión que descubrí al día siguiente, y sobre todo, con la muñeca (muñequita linda), que a pesar de que comprobaréis en las radiografías que no tiene lesiones óseas, si presenta un fuerte esguince que hace que parezca que llevo una pelota de pingpong (o de golf, para que me entiendan los de gorraiz) bajo el vendaje que me practicaron muy amablemente en un improvisado puesto de socorro pamplonés.
Del comportamiento del personal del centro donde me hicieron las radiografías no voy a hablar, sólo os recomendaré que salvo que os veais moribundos en la calle, intentéis evitar ir; en serio; aunque lo veais vacío.